miércoles, 22 de septiembre de 2010


Alzo los ojos una vez más hacia el sol de un día tremendamente despejado, y noto unos pinchazos agudos en las sienes mientras se me revuelve la nada que me queda en el estómago...Las lágrimas se me caen, pero no pienso en nadie salvo en mí mismo. Es sólo que necesito llorar, no es nada más. Así se me renueva el espíritu y tras 5 minutos de agonía, vuelvo a ser yo.

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